Columna de Sebastián Pedraza

Remar en la misma dirección

Todas la personas nos movemos por una motivación, si esto lo llevamos al escenario laboral, vemos la importancia que tiene el rol de un líder en un equipo de trabajo, lo sensible que son sus integrantes a cada una de sus intervenciones. Ahora, el líder sólo existe con el consentimiento de sus seguidores y debe tratar de que estos últimos sean capaces de postergar sus intereses personales por bienes superiores de toda la organización. Esto es un tremendo desafío, que se logra cuando los colaboradores están verdaderamente motivados, potenciados, capacitados y considerados integralmente.

Estar involucrado con sus dirigidos en el día a día, trabajar codo a codo, marca la diferencia de un buen liderazgo, puesto que hay que practicar con el ejemplo, un caso de esto sería que en momentos en que hay que destinar más tiempo a un proyecto, sea el jefe el primero en quedarse y no dejar a su equipo trabajando solo. En definitiva ser consecuente con lo que él exige.

Otro tema muy importante es potenciar las fortalezas de sus dirigidos, no hay que desgastarse demasiado en mejorar ciertas debilidades sino más bien potenciar lo mejor de cada uno que debe ser distinto del otro y que en la suma de todos se pueda obtener un trabajo transversal potente.
En la misma línea, es necesario que el líder los empodere para hacerlos crecer junto a él.

En la motivación del equipo, también incide el reconocimiento de sus logros, para ello el líder debe estar alerta y consciente del impacto que tienen cada una de las acciones de sus colaboradores en los resultados de la empresa.

Finamente, el líder debe tener una comunicación abierta y fluida con sus dirigidos, las necesidades de los otros siempre están primero que las de él, alinearlos en una determinada dirección, que trabajen con un norte claro y conocido y que encuentren cabida en el diálogo permanente con quien los dirige.