La administradora por excelencia

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Hace poco le oí a un amigo una especie de metáfora que resumía lo más básico al momento de administrar una empresa. Él decía “Imagínate a tres maridos que van al supermercado a hacer las compras del mes. Sus mujeres solo les dan la siguiente instrucción “con el presupuesto asignado, haz que la casa funcione de aquí a un mes más”. El primer marido va al supermercado y en su afán por ahorrar y llegar antes con el pedido, se le olvida comprar cosas tan esenciales como la comida de la guagua; el segundo, es ultra detallista y meticuloso, y desde que ingresa al supermercado, se empieza a dar cuenta que eventualmente “todo sirve para la casa”. Se demora muchísimo y además se excede con creces en el presupuesto; el tercero planifica las compras y piensa en cada área de la casa: baño, cocina, etc., y en las “cosas esenciales” (como la comida de la guagua). Llega a su casa en un tiempo razonable y gastando lo esperado.

Las respectivas mujeres -que sin duda son excelentes administradoras-, evaluaron la gestión de sus maridos en base a criterios “observables y cuantificables”, como por ejemplo, el tiempo de demora, ajuste al presupuesto y satisfacción de los clientes (el cliente más evidente de todos, sería la guagua, que llora cuando alguien no llega con su comida en un tiempo razonable).

Las mujeres -tal vez sin pensarlo-, evaluaron a sus maridos tomando en cuenta la eficiencia de la tarea y satisfacción al cliente, en función del costo y tiempo (ver figura 1). En dicha función es fácil darse cuenta que el primer marido se encuentra en el primer tramo de la curva, y el segundo, en el tramo final. El tercer marido en cambio, estaría en el óptimo (derivada igual cero de la función).

Esta abstracción es clave no solo para la toma de decisiones en una empresa, sino también para evaluar de manera objetiva a nuestros colaboradores. Y para lograrlo, debemos imitar a la buena administradora, quien tiene claridad absoluta sobre lo que ella entiende por “una casa que funciona” (es decir, comprende el “core” del negocio), y que además es capaz de evaluar la tarea de su marido en base a indicadores de gestión válidos y confiables.

Esto que parece ser básico, no lo es tanto si pensamos en las innumerables decisiones que estamos tomando en el día a día. Muchas veces, motivados precisamente por hacer bien las cosas, terminamos actuando como el primer marido, y otras como el segundo.

José Francisco Alcalde
Director de Proyectos Búsqueda
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